1 de agosto de 2002

No divulgarás

Martín Bonfil Olivera
publicado en El muégano divulgador, núm. 20 (agosto-octubre de 2002)


Vuelva usted sobre sí. Investigue la causa que le impele a escribir; examine si ella extiende sus raíces en lo más profundo de su corazón. Confiese si no le sería preciso morir en el supuesto que escribir le estuviera vedado. Esto ante todo: pregúntese, en la hora más serena de la noche, ¿debo escribir? Ahonde en sí mismo hacia una profunda respuesta; y si resulta afirmativa, si puede afrontar tan seria pregunta con un fuerte y sencillo “debo”, construya, entonces, su vida según esta necesidad.

Rainer Maria Rilke, “Carta a un joven poeta”


¿Por qué una nueva columna en este abigarrado boletín? Quizá porque ser editor a veces es tarea solitaria, en que se tiene voto pero no voz. Quizá también, espero, porque hay cosas que decir. Pero sobre todo por esa profunda necesidad de compartir que constituye para mí la esencia de la labor de divulgación.

El nombre de este espacio puede despertar suspicacias. Se trata no de negar –sería impensable– el derecho a divulgar, sino precisamente de llamar la atención sobre la labor; tal vez de cuestionarse el compromiso con ella. Preguntarse qué haría uno si enfrentara una prohibición o mandamiento como el del título.

Cuando, hace más de dos años, un pequeño grupo de divulgadores nos reunimos para concebir este boletín de aspiraciones comunitarias, una de las primeras cuestiones sobre las que debatimos larga pero placenteramente fue el nombre que debía recibir. El muégano divulgador fue la elección final, pero No divulgarás era el apelativo que en realidad estaba más cerca de nuestro corazón. Nos parecía una afirmación polémica, retadora, dispuesta a despertar la cavilación. Así que hoy me atrevo a retomar este olvidado título para reflexionar sobre la divulgación y sus alrededores.

“No divulgarás”. La respuesta surge automática: “¿cómo que no? ¡Sí divulgaré!, ¿por qué no?”

Sólo que lo importa es por qué sí divulgar: para qué, con qué concepción de la ciencia y de su comunicación; para lograr qué objetivos. Y me consta que, aunque las preguntas se han formulado una infinidad de veces, tanto en nuestro país –en mesas redondas, congresos de la SOMEDICYT y otros foros– como en otros –valga la experiencia del reciente congreso “La ciencia ante el público”, en Salamanca–, las respuestas distan mucho de estar claras.

Exploremos, pues, qué, por qué y cómo divulgar. Y discutamos, y discrepemos y disfrutemos (quizá es lo mismo). De eso es finalmente de lo que se trata la ciencia, ¿o no?