tag:blogger.com,1999:blog-34733660976385637962023-11-15T06:13:19.881-08:00No divulgarásLa columna trimestral de Martín Bonfil Olivera
en el boletín <A HREF="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/"></A><i>El muégano divulgador</i>, con reflexiones sobre la labor de divulgación científicaMartín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.comBlogger21125tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-60111385821072652352008-05-20T22:48:00.000-07:002015-11-09T13:56:14.492-08:00De la cápsula de ciencia a Scientific american: las variedades del acto divulgativopor Martín Bonfil Olivera<br />
publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_40/nodivulgaras.html"><span style="font-style: italic;">El muégano divulgador</span></a>, núm. 40 (abril-junio de 2008)<br />
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A riesgo de sobresimplificar, puede afirmarse que cuando la mayoría de los investigadores científicos –con honrosas excepciones– se refieren a la divulgación, lo hacen pensando en uno de dos modelos extremos: la <a href="http://green-bubble.org/category/pequena-dosis-de-ciencia/">cápsula</a> tipo “un minuto de ciencia”, y el artículo amplio y detallado estilo <a href="http://www.sciam.com/"><span style="font-style: italic;">Scientific american</span></a>.<br />
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Las primeras proporcionan información escueta y concreta, precisa pero (necesariamente, debido a las limitaciones de espacio) descontextualizada, y muchas veces poco atractiva, pues suelen concebirse a partir del interés del científico, no del público. Esta divulgación mínima tiene la virtud de informar, pero rara vez puede llegar a explicar, y menos profundizar en el cómo, el por qué, la historia, el contexto sociocultural y otros ángulos que podrían atraer al lector o radioescucha y enriquecer su experiencia.<br />
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Por su parte, el artículo extenso y profundo, riguroso y muy documentado, con frecuencia resulta complejo, y es adecuado sólo para un público que tenga interés previo por la ciencia y una formación de nivel universitario.<br />
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Quienes nos dedicamos de tiempo completo a la divulgación sabemos que la gama de posibilidades es mucho más amplia. Que entre la cápsula mínima y el artículo semi-especializado existen múltiples niveles en los que, además de incluir información más o menos detallada y rigurosa, pueden explotarse los variados recursos disponibles para el divulgador: símiles y metáforas; lenguaje humorístico, literario o poético; referencias y relaciones con otros ámbitos (arte, cultura, política, deportes, espectáculos, historia… los límites son la imaginación y creatividad del divulgador).<br />
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Los divulgadores sabemos también que muchas veces lo más importante no son los hechos y datos científicos precisos –y mucho menos las fórmulas o gráficas–, sino los procesos, las ideas, los métodos por el que se ha llegado a obtener el conocimiento científico y los argumentos que nos hacen confiar en él.<br />
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Mientras el investigador suele concentrarse en el conocimiento, el divulgador abarca, además, a los científicos como individuos y como comunidad; su labor, que produce dicho conocimiento, y su contexto, que puede abarcar la totalidad de la cultura en que está inmerso. Un mismo tema puede abordarse así desde los ángulos más diversos, con diferentes niveles de profundidad y dirigiéndose a públicos muy variados.<br />
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Pero la diversidad de posibilidades de la divulgación hecha por divulgadores (es decir, por especialistas en divulgación) no sólo es lineal: se extiende también en otras dimensiones. Se puede entonces ir más allá de los mensajes destinados simplemente a transmitir información, para llegar a los actos creativos que buscan compartir experiencias de tipo estético, emocional, ético, cultural… humano. La novela, el cuento, el poema, la obra de teatro, la instalación, la música… las posibilidades para compartir la ciencia son ilimitadas, y en muchas de ellas los contenidos conceptuales pasan a segundo o tercer plano, sino que por ello se deje de estar, indudablemente, divulgando la ciencia.<br />
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El acto divulgativo va mucho más allá de la transmisión de conocimiento. Entender esto es quizá una de las características que distinguen al divulgador de oficio.Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-65399358633511652502008-01-05T19:43:00.000-08:002008-05-20T22:52:20.125-07:00Ciencia pública... elitista<p><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_39/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 39 <span style="font-style: italic;">(enero-marzo de 2008)</span></span></span> </p><span class="Apple-style-span" style="border-collapse: separate; color: rgb(0, 0, 0); font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; letter-spacing: normal; line-height: normal; orphans: 2; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: 2; word-spacing: 0px;font-family:'Times New Roman';font-size:16;" ><p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >El trabajo académico, para merecer tal nombre, requiere ser colectivo y abierto. Lo primero evita caer en el autoengaño (o peor, la deshonestidad intelectual); lo segundo previene la creación de círculos cerrados y excluyentes (antítesis de lo académico).</span></span></p><p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Al juzgar el sin duda valioso evento bautizado como<span class="Apple-converted-space"> </span><em><a href="http://www.dgdc.unam.mx/cienciapublica/">Ciencia pública</a> </em>(“primera reunión nacional de investigación sobre la comunicación pública de la ciencia y la tecnología”), llevado a cabo a principios de octubre de 2007 en el museo<span class="Apple-converted-space"> </span><em>Universum</em>, hay que señalar que, aunque se dieron las condiciones para cumplir el primer requisito, el segundo quedó pendiente.</span></span></p><p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >La reunión, auspiciada por la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM y la Universidad Autónoma de Baja California, fue un pequeño congreso en que se presentaron trabajos que enfocan a la comunicación de la ciencia como objeto de estudio, desde diversas perspectivas: histórica, pedagógica, museística, sociológica…</span></span></p><p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Aunque no fue estrictamente el “primer” evento en que se presentan reflexiones sobre el tema (no ignoremos quince congresos de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica, <a href="http://www.somedicyt.org.mx/joomla/">SOMEDICYT</a>), su trascendencia reside en que da respuesta a una necesidad real de formalizar y profundizar dicha reflexión. En ese sentido, el balance es muy positivo.</span></span></p><p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Sin embargo, el evento deslució por una falla grave en su concepción: en vez de permitir, como es usual, la participación abierta (mediante un necesario proceso de selección, se entiende), se escogió permitir la presentación de ponencias sólo a unos cuantos invitados, seleccionados –avisa la convocatoria– “en función de su trayectoria como especialistas en el campo”.</span></span></p><p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Se convierte así lo que podría haber sido un importante primer paso para fortalecer la reflexión comunitaria en un evento reservado a una élite. Este carácter elitista –y necesariamente parcial: no figura en la convocatoria comité académico alguno que avale la selección– se confirma al relegar las participaciones abiertas a una sesión de carteles.</span></span></p><p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Aún peor: se restringe incluso la asistencia como oyente: “Para participar como asistente[…] se pide a los interesados que envíen un breve texto explicando su interés en asistir”.</span></span></p><p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >En un evento fundador como éste, es vital evitar la exclusión. En<em> Ciencia pública</em>, a pesar de la calidad y pertinencia de varios trabajos presentados, no son todos los que están, ni están todos los que son. Fue lamentable la ausencia de personas que han realizado labores de reflexión o “investigación” sobre el tema y que forman parte de una de las entidades organizadoras. Nombres como Elaine Reynoso, Tita Pérez de Celis, Ana María Sánchez Mora, Juan Tonda, Rolando Ísita, Javier Crúz o Laura Vargas Parada hubieran ayudado a mitigar la impresión, que algún mal pensado podría tener, de que la organización del evento obedeció más a la lógica del poder que a la de la academia.</span></span></p><p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" ><em>Ciencia pública</em><span class="Apple-converted-space"> </span>fue un aplaudible primer paso en un camino necesario. Ojalá el evento se repita eliminando un elitismo que, en aras de un “nivel académico” mal entendido, corre el riesgo de lograr precisamente lo contrario a la academia: una ruptura entre “los practicantes de la divulgación” (<span style="font-style: italic;">sic</span>) y quienes encuentran necesario reflexionar sobre ella.</span></span></p></span>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-70487545915305422052007-10-01T19:27:00.000-07:002008-03-21T20:15:32.404-07:00Divulgar: ¿ciencia o cultura científica?<p><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_38/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 38 <span style="font-style: italic;">(octubre-diciembre de 2007)</span></span></span> </p><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Uno de los problemas para definir a la divulgación científica –y en general a la <em>comunicación pública </em>de la ciencia, con sus variantes e idiosincrasias– es ponerse de acuerdo precisamente en qué se comunica.</span></span> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Es bien conocida la definición de divulgación científica proporcionada por Ana María Sánchez Mora (y <a href="http://www.conacyt.mx/SNI/SNI_Glosario.html">adoptada por el Sistema Nacional de Investigadores</a>): “es una labor multidisciplinaria cuyo objetivo es comunicar, utilizando una diversidad de medios, el conocimiento científico a distintos públicos voluntarios, recreando ese conocimiento con fidelidad y contextualizándolo para hacerlo accesible”. </span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Acertada y precisa como es, tiene sin embargo un problema: limita la labor divulgativa a comunicar el <em>conocimiento </em>científico. Pero la ciencia es mucho más que conocimiento. En palabras de Ruy Pérez Tamayo (“Sobre la divulgación científica en México”,<a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_28/ideas.html" target="_self"> <span style="color: rgb(0, 0, 0);"><em>El muégano divulgador</em> 28, mayo-junio 2005, p. 1</span></a>), la ciencia no se limita “a su contenido formal”: incluye “no sólo un catálogo de hechos y de teorías sobre distintos aspectos de la naturaleza, sino también las bases filosóficas que lo sustentan, la historia de su desarrollo, las estructuras sociales en las que se da y en las que se expresa, las leyes que la regulan y las políticas que la favorecen o la estorban”. </span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Sería entonces deseable sustituir, al definir el objetivo de la divulgación, la idea de <em>comunicar conocimiento</em> por la de compartir la <em>cultura científica</em>: proporcionar al público las herramientas para que la construya, valore, cultive y fortalezca. </span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Ahora bien, ¿cómo definirla? A grandes rasgos, una cultura científica amplia incluiría, además del conocimiento científico, cierta familiaridad con la metodología de la investigación científica, con la historia de la ciencia y con su filosofía y sociología, además de nociones de ética científica y una conciencia de las relaciones entre ciencia, sociedad, tecnología, industria y naturaleza, y los conflictos que éstas implican. La exigencia es, claramente, utópica, pero puede servir como guía.</span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Utilizando estas ideas para reformular la definición de Sánchez Mora, y combinándola con las “tres metas para la divulgación” propuestas aquí anteriormente (apreciación, comprensión y responsabilidad pública sobre la ciencia; <a href="http://nodivulgaras.blogspot.com/2005/01/tres-metas-para-la-divulgacin.html" target="_self"><span style="color: rgb(0, 0, 0);"><em>El muégano divulgador</em> 26, enero-febrero 2005, p. 5</span></a><span style="color: rgb(0, 0, 0);">)</span>, ofrezco a la consideración de mis colegas la definición siguiente:</span></span></p> <span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > “La divulgación científica es una labor multidisciplinaria que recrea con fidelidad el conocimiento científico, contextualizándolo histórica, social y culturalmente, con el objetivo de comunicarlo de forma accesible, a través de una diversidad de medios, a distintos públicos voluntarios, promoviendo en ellos la formación de una <em>cultura científica</em>, entendida ésta como la <em>apreciación</em> y <em>comprensión</em> de la actividad científica y del conocimiento que ésta produce, así como la <em>responsabilidad</em> por sus efectos en la naturaleza y la sociedad.”<br /><br /></span></span>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-44196272099130394442007-07-01T20:17:00.000-07:002008-03-21T20:21:40.478-07:00¿Cui bono, divulgador?<p><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_37/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 37 <span style="font-style: italic;">(julio-septiembre de 2007)</span></span></span> </p><p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > El divulgador científico está destinado a vivir entre dilemas.</span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Uno de ellos se comentó aquí, en el número 23 de nuestro boletín. Se trata de la “<a href="http://nodivulgaras.blogspot.com/2003/05/la-tensin-esencial.html">tensión esencial</a>”, uno de los problemas fundamentales de la divulgación, consecuencia de las obligaciones simultáneas y opuestas de buscar que el mensaje divulgativo sea interesante y accesible para el público sin que por ello pierda (demasiado) rigor científico.</span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Pero la divulgación presenta muchos otros problemas. Y existe, al menos, otra “tensión esencial” que está también relacionada funda-mentalmente –como todo en nuestra labor– con el público (única razón de la existencia de comunicadores de la ciencia), y es también omnipresente en cualquier proyecto de divulgación. Consiste en la decisión de <em>qué divulgar</em>. Tiene, como todo dilema, dos extremos.</span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Por un lado, como opción a primera vista obvia (muchos investigadores metidos a divulgadores siguen creyendo, por desgracia, que es la única posible) está la de divulgar aquello que a los expertos les parece importante. Lo que el público “debe” saber de ciencia.</span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Del otro lado tenemos la visión que busca darle gusto al público, ofreciéndole lo que desea, lo que le gusta.</span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > La opción “rigurosa” tiene la ventaja de satisfacer lo que muchos científicos perciben como el “deber ser” de la divulgación. A cambio, corre el riesgo de resultar ajena, tediosa o complicada, y por tanto de llegar sólo a una fracción reducida del público potencial (con frecuencia, sólo a aquel que ya está interesado en la ciencia).</span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > La divulgación “complaciente”, en cambio, se acerca peligrosamente a convertirse en un mero pasatiempo intrascendente, “muy interesante” pero, como lamenta Ernesto Sábato en su conocido texto, que no aporta ya casi nada de ciencia real a su muy satisfecho –y mucho más amplio– público. Después de todo, si se trata de darle al público lo que pide, más que de ciencia habría que hablar del mundo del espectáculo.</span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Un mensaje que requiera gran rigor tendrá que limitarse a llegar al público que esté dispuesto invertir el tiempo y esfuerzo necesarios para asimilarlo. Uno diseñado para ser muy interesante y accesible podrá llegar a un público más amplio –sobre todo a ese público no interesado en la ciencia, al que tanto nos urge acercarnos–, aunque quizá deba renunciar a profundizar mucho.</span></span></p> <p align="justify"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > ¿Cómo puede el divulgador superar el dilema? Como siempre, no hay recetas. Pero conviene tenerlo en mente, así sea para recordar que todo extremo es malo y que, dependiendo de la meta que busquemos, habrá que tomar decisiones que en ocasiones resultarán dolorosas. Pero siempre será útil preguntarse, como aconseja el adagio latino, <em>cui bono</em> (a ¿quién beneficia?).</span></span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-73412318676707692182007-04-01T20:10:00.000-07:002008-03-21T20:13:42.171-07:00Las mentiras de la divulgación<p><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px; font-family: Verdana;"><span class="georgia12plaingris" style="font-family: 'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family: 'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_36/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 36 <span style="font-style: italic;">(abril-junio de 2007)</span></span></span> </p><p align="justify"><span style="font-size: 14px;font-family:Times New Roman, Times, serif;" ><span style="font-size: 14px;font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;" >La tensión esencial de la divulgación de la ciencia es la que existe entre el rigor científico (sin él, lo que se divulga no es ciencia), y la indispensable amenidad, el atractivo para el lector, sin el cual éste simplemente no existirá (ver <a href="http://nodivulgaras.blogspot.com/2003/05/la-tensin-esencial.html">“No divulgarás”, <em>El muégano divulgador</em> núm. 23</a>).</span></span></p> <p align="justify"><span style="font-size: 14px;font-family:Times New Roman, Times, serif;" ><span style="font-size: 14px;font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;" > Por ello, el divulgador tiene terror a decir “mentiras”: errores, inexactitudes, falsedades, malas interpretaciones (éste columnista recuerda cuando afirmó, terminante, que “todos los virus consisten en una cadena de ácido desoxirribonucleico, ADN”).</span></span></p> <p align="justify"><span style="font-size: 14px;font-family:Times New Roman, Times, serif;" ><span style="font-size: 14px;font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;" > La cuestión no es simple. Por su propia naturaleza, la divulgación requiere que el mensaje científico sea recreado en una nueva forma, con lenguaje no técnico y contextualizada para ser accesible al público. Necesariamente, la ciencia divulgada será distinta a la ciencia académica.</span></span></p> <p align="justify"><span style="font-size: 14px;font-family:Times New Roman, Times, serif;" ><span style="font-size: 14px;font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;" > Suponemos que hay cierto límite, no bien definido y relativo a cada caso, que marca hasta dónde podemos llegar en la recreación, en esta “inexactitud” científica. Decir que <em>todas</em> las células tienen núcleo, por ejemplo, es estrictamente un error (los eritrocitos humanos no lo tienen), pero es irrelevante si se habla de células en general. Entre otros factores, el tipo de público determina qué tan exigente será el requisito de rigor para considerar que se está haciendo “buena” divulgación o que se está tergiversando.</span></span></p> <p align="justify"><span style="font-size: 14px;font-family:Times New Roman, Times, serif;" ><span style="font-size: 14px;font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;" > Incluso la definición misma de qué es una mentira está abierta a interpretación. ¿Es mentira presentar la imagen de un electrón como una partícula con posición, en vez de una abstracta nube de probabilidades definidas por una ecuación? Siempre, según el especialista; a veces no, según los fines que persiga el divulgador.</span></span></p> <p align="justify"><span style="font-size: 14px;font-family:Times New Roman, Times, serif;" ><span style="font-size: 14px;font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;" > Algo equivalente sucede en ciencia. Para químicos y biólogos, los electrones-partícula (e incluso los átomos de Bohr, con sus órbitas planetarias) pueden resultar perfectamente útiles y adecuados. Y para muchos fines –incluso la navegación espacial–, la física newtoniana permite hacer cálculos y predicciones tan precisos como se requiera, por más que desde el punto de vista de la relatividad einsteiniana sea sólo una aproximación inexacta.</span></span></p> <p align="justify"><span style="font-size: 14px;font-family:Times New Roman, Times, serif;" ><span style="font-size: 14px;font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;" > Al abordar temas de frontera, la distinción verdad/mentira es aún más borrosa. Confróntese, por ejemplo, a dos especialistas en un mismo tema y consúltese con ellos la definición precisa de algún término o concepto de frontera, y se tendrá de inmediato una acalorada discusión.</span></span></p> <p align="justify"><span style="font-size: 14px;font-family:Times New Roman, Times, serif;" ><span style="font-size: 14px;font-family:Arial, Helvetica, sans-serif;" > ¿Qué es entonces una mentira en divulgación científica? Así como la ciencia académica construye representaciones útiles pero siempre inexactas (ecuaciones, modelos, simulaciones…) para tratar de comprender el mundo, en realidad la divulgación construye siempre mentiras, imprecisiones, metáforas más o menos exactas para intentar comunicar dichas representaciones con la fidelidad adecuada… pero no más.</span></span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-6995309250357073662007-01-05T17:28:00.000-08:002008-03-21T19:42:32.454-07:00¿Podemos tener una teoría de la divulgación?<span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_35/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 35 <span style="font-style: italic;">(enero-marzo de 2007)</span></span></span> <p class="primerprrafo" style="margin-top: 12pt;"><span style="" lang="ES-MX">Mucho se habla sobre la necesidad de realizar investigación sobre la divulgación científica.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Nadie podría oponerse. Es una propuesta académica que refleja la necesidad que tiene una disciplina en pleno desarrollo de reflexionar sobre su labor, en forma sistemática y sustentada con argumentos y evidencias, para tratar de a) entender mejor en qué consiste y b) encontrar respuestas a los problemas que plantea.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Sobre la primera de estas interrogantes (definir la divulgación) se ha discutido mucho, aunque se ha logrado poco acuerdo. Ni siquiera hay consenso en cuanto al nombre de nuestra actividad (o sobre si es una <i>actividad</i> o una <i>disciplina</i>, o si más que de <i>una</i> debiera hablarse de un enjambre de actividades relacionadas).<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">El segundo problema requiere identificar cuál sería “el problema” (o problemas) de la divulgación. Para investigar, se debe tener clara la pregunta (o preguntas) cuya respuesta se busca.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">A veces se cree, un tanto ingenuamente, que el problema obvio para la investigación en divulgación es averiguar cómo hacer más eficaz y confiable el proceso de “transmisión” del conocimiento científico al público. Se busca así una especie de “teoría de la divulgación” que permita lograr que sus resultados sean predecibles y reproducibles.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Desgraciadamente esta concepción simplista, aún si no fuera errónea (pues más que de simple <i>transmisión</i> se trata de un proceso complejo de <i>construcción</i> de conocimiento), sólo serviría para producir recetas: reglas o lineamientos acerca de los productos de divulgación que llevarían a una homogeneización poco práctica y menos provechosa. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Y es que la divulgación científica no es una ciencia: se parece más a una técnica (algunos hablamos de que es un arte, aunque Ana María Sánchez la caracterizó sabiamente como “una artesanía”, y extendió el símil al afirmar que en divulgación, como en artesanía, “todo acto es único e irrepetible”.)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">La divulgación no busca producir conocimiento, sino comunicarlo. Ello implica que los “problemas” de la divulgación no son, en todo caso, problemas científicos, sino técnicos. Desde esta perspectiva, es probable que no exista realmente un “problema” en el campo de la divulgación: un interrogante central que exija una respuesta sin la cual los divulgadores no podamos estar tranquilos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Queda entonces la alternativa de investigar la divulgación científica desde otros puntos de vista: sus efectos, sus objetivos, su relación con el resto de la cultura y la sociedad, su ética, su historia… incluso, quizá, su filosofía.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">El campo es fértil, si se entiende como lo que es: el estudio académico de una labor para comprenderla, aunque no necesariamente con el fin pragmático de mejorarla.<o:p></o:p></span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-15742948217909103852006-09-01T16:58:00.000-07:002011-04-04T16:07:50.042-07:00Divulgación y recreación<span class="Apple-style-span" style="color: #333333; font-family: Verdana; line-height: 19px;"><span class="georgia12plaingris" style="font-family: 'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br />
<span class="georgia12plaingris" style="font-family: 'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_34/nodivulgaras.html" style="color: #666699;">El muégano divulgador</a></span>, núm. 34 <span style="font-style: italic;">(septiembre-diciembre de 2006)<br />
<br />
</span></span></span> <br />
<div class="primerprrafo"><span lang="ES-TRAD">Los divulgadores científicos tenemos problemas hasta para ponernos de acuerdo en el nombre de nuestra ocupación (divulgación, difusión, popularización…) o en su definición (aunque hay definiciones bastante útiles, como la presentada por Ana María y Carmen Sánchez Mora y adoptada por el </span>Sistema Nacional de Investigadores<span lang="ES-TRAD">; ver <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_21/ideas.html"><i>El muégano divulgador</i> #21, pág. 9)</a>.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pero eso sí: muchos divulgadores mexicanos coincidimos en que en la base de nuestra actividad está el proceso de <i>recreación</i> <i>divulgativa</i>.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Nuevamente, no hay definición unánime. Aunque, dejando de lado la homonimia trivial con la “recreación” que se busca en el cine o la feria, la palabra misma es bastante clara. Re-crear un mensaje es, en efecto, <i>volver a crear</i> uno que ya existe. Evidentemente, con una forma distinta; de otro modo estaríamos copiando.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Para que tal re-creación sea útil y no un simple plagio, su objetivo debe ser distinto al del mensaje original. En el caso de un mensaje científico dirigido a un público no científico, el objetivo de la recreación sería cambiar la <i>forma</i> original –especializada– del mensaje por otra que sea <i>accesible</i> a dicho público. </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Y es que el lenguaje científico, precisamente debido a las cualidades que lo hacen valioso como herramienta de comunicación entre expertos (identificar, describir y sistematizar en forma ultra-compacta y eficaz los conceptos científicos), resulta prácticamente ininteligible para el lego.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Por ello, tiene que ser <i>traducido</i> –en el único sentido que algo puede traducirse, es decir, mediante la creación de un nuevo mensaje en un lenguaje comprensible y con el contexto necesario para que tenga algún sentido para su receptor.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">La necesidad de recrear el mensaje científico antes de que éste pueda ser accesible al público lego va en contra de la muy extendida –y errónea– concepción de que el conocimiento puede simplemente <i>transmitirse</i>. A diferencia de una conexión entre computadoras, en la comunicación humana el emisor tiene que construir un mensaje que nunca representa exactamente sus ideas. A su vez, el receptor, a partir de la información que reciben sus sentidos, siempre con cierta distorsión, tiene que re-construir un sentido para dicho mensaje. </span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">El divulgador va sólo un paso más allá: es el intérprete que ejecuta para el público la música de la ciencia, escrita en el lenguaje de las partituras científicas.</span></div><div class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pretender que el divulgador sea sólo un transmisor que comunica sin distorsión es ignorar que toda comunicación es, en el fondo, un acto de creativo. De ahí los problemas de la comunicación humana. De ahí también, para el buen divulgador, el reto de buscar la recreación que, aunque inevitablemente distorsione el mensaje científico, logre hacerlo accesible para su público.</span></div>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-81155142955085308082006-07-01T14:39:00.000-07:002008-02-04T14:43:57.847-08:00Evaluación, ¿para qué?<span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_33/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 33 <span style="font-style: italic;">(julio-agosto de 2006)<br /><br /></span></span></span> <p class="primerprrafo"><span lang="ES-TRAD">El término de moda en los círculos de la divulgación científica es <i>evaluación</i>. La “cultura de la evaluación” ha permeado el medio divulgativo, y hoy parece imposible, casi indecente, proponer un proyecto que no contenga “parámetros objetivos” para su adecuada evaluación.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Sólo un tonto negaría la utilidad de contar con datos que permitan saber si un proyecto va bien o<span style=""> </span>mal. Pero ocurre que no <i>cualquier </i>evaluación es por sí misma útil; incluso, en ciertas circunstancias y casos, una mala evaluación puede causar más daños que beneficios.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">El problema tiene dos vertientes. La primera, más obvia, es lo difícil de contar con buenos parámetros de evaluación. Excepto los más obvios; los cuantitativos. ¿Cuántos visitantes recibe un museo o exposición; cuántos asistentes hay en una conferencia; cuántos ejemplares vende una revista?</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Y aunque un museo sin visitantes, una revista sin lectores o una conferencia vacía son fracasos a evitar, el simple número de “clientes” no basta para saber si el trabajo tiene calidad y cumple sus objetivos. (Inversamente, los números bajos no necesariamente equivalen a un mal trabajo.)</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Lo importante para la divulgación debiera ser tener calidad y cumplir sus objetivos, no una cuota numérica. Y sin embargo, ¡qué difícil ponerse de acuerdo en qué significa calidad, o qué objetivos se buscan!</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">La segunda dificultad es la concepción misma de evaluación. ¿Evaluar para qué? Cuando se fabrican zapatos o bolillos, debe haber un control de calidad para detectar los productos defectuosos, eliminarlos y evitarlos. La evaluación puede llevarnos a definir el proceso óptimo de producción. Muchos divulgadores, en sus primeras y cándidas aproximaciones al problema de la evaluación, creen que ésta nos permitirá descubrir las mejores recetas para fabricar nuestros productos y hacerlos más eficaces.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Por desgracia, la visión es demasiado simplista. La comunicación pública de la ciencia es mucho más compleja y en ella intervienen demasiadas variables, muchas de ellas –las más importantes- difíciles o imposibles de medir. ¿Qué influencia tiene nuestro trabajo en las decisiones de vida de una persona, en su bienestar, en el entorno cultural o económico de una sociedad..? En cambio, resulta demasiado sencillo cancelar un proyecto por “no ser viable”, a pesar de las virtudes no cuantificables que pudiera tener.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Algunas vertientes divulgativas, como los museos y centros de ciencias, ha desarrollado un trabajo serio de investigación en evaluación. En otras, la evaluación es todavía inmadura, y no es claro que vaya dejar de serlo. Como ocurre en las artes –tan cercanas por su esencia y su función social a la divulgación–, quizá evaluar resulte ser un acto esencialmente inútil.</span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-60546177476143876142006-05-01T14:37:00.000-07:002008-02-04T17:14:19.527-08:00Divulgadores autistas<span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_32/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 32 <span style="font-style: italic;">(mayo-junio de 2006)<br /><br /></span></span></span> <p class="primerprrafo"><span lang="ES-TRAD">El título de esta colaboración pudiera parecer agresivo. No es esa su intención. Sí lo es hacer una crítica a la actitud que, tristemente, parece privar en gran parte del medio de los divulgadores científicos, al menos en nuestro país (y, por desgracia, en nuestra institución).</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">La palabra “autismo” no se usa aquí en su sentido literal (“</span><span style="" lang="ES-TRAD">síndrome caracterizado por la incapacidad congénita de establecer contacto verbal y afectivo con las personas”)</span><span lang="ES-TRAD">.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Es más bien metáfora de una actitud en que cada divulgador trabaja individual, solitariamente, en un aislamiento del que sólo sale para dar a conocer sus obras al resto de la humanidad (o de la tribu divulgatoria).</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">En efecto: ya sea en la diaria labor creativa de poner la ciencia al alcance del público, o bien en la más bien esporádica reflexión sobre dicha labor (reflexión necesaria pero todavía incipiente, y en la que comienzan a surgir simulaciones que disfrazan estudios superficiales o intrascendentes de investigaciones sesudas), los divulgadores parecemos no tener memoria y no estar dispuestos a tomar en cuenta los hallazgos y el trabajo de nuestros colegas. Pareciera que cada quien prefiere, una y otra vez, <span style=""> </span>redescubrir el hilo negro.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Los divulgadores autistas somos incapaces de formar una verdadera comunidad. Esto tiene varios inconvenientes. Uno es la simple ineficiencia que desaprovecha la experiencia acumulada (así sea la de los intentos fallidos, caminos cuya futilidad ha quedado probada).</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Otra desventaja es que los hallazgos y logros propios no son puestos a disposición de los colegas. Al menos no de una manera académica: como herramientas compartidas. En todo caso, se ostentan como triunfos que señalan la propia superioridad frente a los competidores.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">El egoísmo ensimismado del divulgador autista es también poco ético: implica el no reconocimiento del éxito y los logros de los demás. Es, en este sentido, una actitud envidiosa.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pero quizá lo más grave es que la conducta autista impide que entre los divulgadores exista una verdadera actitud académica, es decir, de crítica comunitaria y constructiva. De examen colectivo, sin apasionamientos pero sin complacencias, de las propuestas para seleccionar aquellas que sean más adecuadas para nuestros fines, y que resulten por ello mismo más convincentes para la comunidad.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Mientras no logremos establecer un diálogo académico, formando así una verdadera comunidad profesional, los divulgadores autistas seguiremos contando sólo con nuestros propios recursos individuales. Y seguiremos siendo incapaces de generar ese tipo de pensamiento colectivo que le da su fuerza a esa ciencia que pretendemos divulgar.</span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-64505291359367281812006-01-05T07:38:00.000-08:002008-02-04T17:15:23.760-08:00El contrato educativo<span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_31/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 31 <span style="font-style: italic;">(enero-abril de 2006)</span></span></span><br /><br /><p class="primerprrafo"><span lang="ES-TRAD">Es sabido que uno de los problemas de la divulgación científica </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD">y de muchas disciplinas jóvenes</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD"> es que no cuenta con una definición única y universalmente aceptada.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Uno de los puntos más debatidos es la relación entre divulgación y enseñanza (prefiero esta palabra, más concisa, que “educación”, con sus múltiples significados).</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Aunque puede justificarse una divulgación científica de objetivo pedagógico, que busque <i>enseñar</i> (producir un conocimiento perdurable en su público), creo que el espíritu de lo que generalmente se entiende como “divulgación” es ajeno a esta idea.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">La razón es sencilla: la enseñanza –y su producto, el aprendizaje– son resultado de un proceso complejo que no sólo involucra la generación y recepción de mensajes, sino también su asimilación para integrarse en la estructura conceptual del receptor. Sólo así puede lograrse que el conocimiento adquirido, además de perdurable, sea significativo (y no memorístico). En cualquier caso -incluso en el memorístico-, el aprendizaje requiere de un trabajo intelectual relativamente arduo por parte del receptor/alumno, sin el cual no se produce.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Un proceso de comunicación de contenidos científicos puede también buscar otros objetivos menos ambiciosos que el aprendizaje propiamente dicho. Se puede conseguir, por ejemplo, <i>interesar</i> al receptor en el tema del que se está hablando, e incluso se puede lograr que se <i>comprendan </i>los conceptos sin que necesariamente se los asimile permanentemente.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Estos procesos pueden potenciarse secuencialmente unos a otros: aprender algo resulta más sencillo si primero se ha comprendido, y la comprensión se facilita mucho si existe un interés previo.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pero, a diferencia de la enseñanza, la divulgación científica no cuenta con lo que llamo un <i>contrato educativo</i>: el compromiso que el alumno adquiere de seguir las indicaciones del profesor y someterse a una evaluación para verificar que el aprendizaje haya tenido lugar. Aunque la enseñanza pueda ser más eficiente si resulta interesante, el contrato educativo asegura que, aun si no lo es, el alumno tiene la responsabilidad de comprender y aprender, so pena de recibir una evaluación reprobatoria.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">El trabajo del divulgador, en cambio, al no contar con un contrato similar, tiene por necesidad que resultar interesante (si no, simplemente no hay comunicación). Y puede aspirar a lograr la comprensión en su receptor. Pero buscar el aprendizaje es pedir demasiado a una forma de comunicación que por definición es voluntaria.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pedirle a la divulgación más de lo que puede dar es una de las más frecuentes causas de su fracaso. Se enseña en la escuela; la divulgación científica está para otra cosa.</span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-18600367627495172532005-10-01T07:35:00.000-07:002008-02-04T17:16:25.971-08:00Divulgadores: ¿especialistas o generalistas?<span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_30/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 30 <span style="font-style: italic;">(octubre-diciembre de 2005)</span></span></span><br /><br /><p class="MsoNormal" style="text-indent: 0cm;"><span lang="ES-TRAD">El lúcido aunque pesimista biólogo molecular Erwin Chargaff expresa en su ensayo “Los amateurs” (reproducido en la compilación <i>Todo por saber</i>, <span style="font-variant: small-caps;">dgdc-unam</span>, 1999) su convicción de que “los expertos son los responsables del lío en que nos encontramos”, y considera que “si el mundo aún puede salvarse será por los amateurs”.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">La propuesta resulta pertinente cuando se considera la muy extendida opinión –sobre todo entre investigadores científicos– de que los divulgadores, periodistas científicos y fauna relacionada son una especie de amateurs de la ciencia (llegan incluso a negarles el apellido “científicos”, permitiéndoles tan sólo considerarse “de la ciencia”).</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pocos especialistas hay<span style=""> </span>más especializados que los investigadores científicos. Desde ese punto de vista, es cierto que un divulgador, al abordar un tema especializado, no es más que un amateur. Pero se olvida que las necesidades intrínsecas de la labor de poner la ciencia al alcance del público no científico son tales que no queda más remedio que convertirse, en mayor o menor medida, en un generalista. Alguien que pueda abordar diversos temas –lo amplio de la gama dependerá de los intereses y capacidades personales– con un nivel de profundidad tan sólo adecuado para poder realizar la labor correctamente… y quizá hasta con algo de creatividad, si es posible. Abarcar mucho y apretar tanto como se pueda… No más, por más que uno quisiera.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">En vez de tomar la falta de especialización del divulgador como signo de amateurismo (en el sentido peyorativo; la palabra ha llegado a convertirse en sinónimo de “improvisado”), convendría reconocer la profunda importancia que tiene para el divulgador su carácter generalista. Es gracias a él que logra mantener el interés de su público para convertirlo en público cautivo y cotidiano, en “cliente” de la ciencia. Para construir una cultura científica en el ciudadano no basta con ofrecer eventos únicos; hay que mantener una oferta constante y necesariamente variada de ciencia accesible y atractiva.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Chargaff defiende el valor de los amateurs: son los únicos capaces de lograr lo que los especialistas no pueden. No por nada propone “deshacernos de una vez por todas de la ridícula reverencia a la especialización que se nos ha metido en la cabeza”. Reconoce que, fuera de su campo, un especialista es quizá el tipo de persona que puede causar más estropicios.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Si la investigación es imposible sin valiosos especialistas, la divulgación científica requiere por naturaleza, en cambio, gozosos generalistas de la ciencia. (Aunque, necesaria, inevitablemente, un buen divulgador sea también un especialista… en comunicación de la ciencia).<i><o:p></o:p></i></span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-40953297864445934582005-07-01T07:34:00.000-07:002008-03-21T19:40:49.025-07:00Ciencia divulgada: ¿discurso primario o secundario?<span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_29/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 29 <span style="font-style: italic;">(julio-septiembre de 2005)</span></span></span><br /><br /><p class="MsoNormal"><span lang="ES-MX">La versión estándar es clara: la labor de divulgación científica consiste en poner el conocimiento científico (o, más ampliamente, la <i style="">cultura </i>científica, incluyendo su visión del mundo, su metodología, historia, problemas filosóficos y su relación con el resto de la sociedad) al alcance de un público voluntario y no científico (es decir, que no se dedica a la ciencia y que no recibe el mensaje divulgativo como parte de una enseñanza formal).</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">Visto así, no queda la menor duda de que existe algo, la ciencia (o el conocimiento científico) que construyen unos especialistas (los investigadores científicos), y que el divulgador transforma (traduce, recrea, reformula…) para hacerlo accesible a su público. En ese sentido, el discurso divulgativo es indudablemente secundario: el científico produce y el divulgador distribuye, dándole la presentación adecuada, el producto.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">Sin embargo, cuando se profundiza en el proceso de generación del mensaje divulgativo, esta visión simplista se problematiza. En primer lugar, las distinción tajante entre la ciencia de los científicos y la que se divulga es borrosa. Si bien dos biólogos moleculares especializados en la genética del desarrollo de la mosca <i style="">Drosophila </i>pueden no tener problema alguno para comunicarse, en cuanto salen de su estrecho círculo de colegas para tratar de hacerse entender por, digamos, un biólogo molecular de plantas, comienzan a tener que “divulgar”. Conforme el investigador desciende por el árbol de la especialización para intentar establecer comunicación con un zoólogo, un ecólogo o un botánico (y, al seguir alejándose de su círculo, con un médico, un físico, un ingeniero, un abogado, un plomero…), se ve en la necesidad de adaptar su mensaje para que sea comprensible; traducirlo, darle una nueva forma.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">Pero toda traducción implica, necesariamente, una re-creación; traducir nunca es sustituir directamente palabras en un lenguaje (el especializado del investigador, por ejemplo) por las palabras equivalentes en otro (el lenguaje común, digamos). Para traducir se requiere siempre <i style="">construir </i>un nuevo mensaje en otro idioma, proceso que indudablemente sacrificará algo, pero que para poder llamarse traducción, tiene que mantener cierta fidelidad con el original. <i style="">Algo </i>se tiene que conservar; <i style="">cuánto,</i> es el problema que enfrenta el traductor. La traducción de poesía es probablemente el caso extremo: la traducción de un poema tiene necesariamente que ser <i style="">también </i>un poema; para traducir poesía se tiene que ser poeta.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt;"><span lang="ES-MX">Toda traducción es creación. La labor de divulgación es también una creación original, que si bien usa como materia prima la ciencia académica de los investigadores, es distinta de ella tanto en forma, contenido y lenguaje; en sus objetivos y públicos. Quizá sea válido, entonces, considerar también la divulgación como un discurso científico primario, relacionado pero distinto del discurso científico de los especialistas.</span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-905222425956929472005-05-02T07:30:00.000-07:002008-02-04T17:18:43.672-08:00Los ciclos fútiles de la divulgación científica mexicana<span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_28/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 28 <span style="font-style: italic;">(mayo-junio de 2005)</span></span></span><br /><br /><p class="primerprrafo"><span lang="ES-TRAD">En la grasa parda de los osos que hibernan se presenta un curioso fenómeno: el ciclo bioquímico de oxidación de carbohidratos queda “desacoplado” de la síntesis de ATP, a la que normalmente impulsa. Este “ciclo fútil” ocasiona que la energía se disipe en forma de calor, inútil para cualquier cosa que no sea mantener la temperatura (y seguir hibernando). Algo similar sucede con la comunidad de divulgadores mexicanos.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Don Manuel Calvo Hernando </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD">decano de los periodistas científicos hispanoamericanos</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD"> expresó alguna vez admiración ante el gran número de divulgadores científicos mexicanos que participamos en una publicación conjunta (la <i>Antología de la divulgación científica en México</i>, <span style="font-variant: small-caps;">dgdc-unam</span>, 2002).</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">El elogio probablemente era merecido, pues la comunidad de divulgadores mexicanos, si bien ha crecido con lentitud, mantiene una constante actividad, y ha logrado un creciente reconocimiento y apoyo de la sociedad y sus instituciones. El Congreso Nacional de Divulgación de la Ciencia y la Técnica, organizado cada año por la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica (<span style="font-variant: small-caps;">somedicyt</span>); la proliferación de centros y museos de ciencias en los distintos estados, y la creciente presencia de la ciencia en los medios mexicanos es la mejor prueba de lo anterior.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Y sin embargo, podríamos haber hecho mucho más. Quizá no tanto en los terrenos de la actividad cotidiana, sino en los de la necesaria reflexión que permite la maduración. A lo largo de estos años lo urgente no ha dejado espacio para lo importante, lo profundo; la acción se ha impuesto al pensamiento y, sobre todo, a la memoria.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Un ejemplo concreto: en trece congresos nacionales se han presentado un sinnúmero de ponencias y reflexiones. De ellas, algunas seguramente habrían merecido un destino mejor que convertirse en simples palabras al viento o, en el mejor de los casos, letras impresas en “memorias” que, irónicamente, pocos consultan y nadie cita (y que últimamente ni siquiera alcanzan siquiera el honor de llegar a estar impresas en papel, lo que hace aún menos probable que algún día sean leídas).</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">A los divulgadores mexicanos nos ha faltado memoria. Si bien nuestra acción es valiosa, nuestras reflexiones se olvidan, y ello nos condena a repetirnos. Las nuevas generaciones no acumulan la experiencia de las anteriores, y ni siquiera los contemporáneos acostumbramos aprender de nuestros colegas.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Si la <i>Antología</i> ya mencionada fue un valioso primer esfuerzo para remediar esta carencia, valdría la pena que no fuera el último. Quizá así podríamos evitar que la reflexión divulgativa en nuestro país fuera uno más de los ciclos fútiles a que tan afectos somos los mexicanos.</span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-39119885437420662092005-03-01T07:27:00.000-08:002008-02-04T17:19:43.949-08:00Escribir para los colegas<span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_27/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 27 <span style="font-style: italic;">(marzo-abril de 2005)</span></span></span><br /><br /><p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Entre los artistas, la opinión está dividida. Algunos afirman no necesitar de un público para sentir que su labor se justifica; les basta la satisfacción que proporciona el acto de creación mismo. Otros aceptan que, al menos en principio, la labor artística carece de sentido a menos que llegue a tener un espectador.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Pero los comunicadores --incluyendo, por supuesto, a los comunicadores de la ciencia-- no somos artistas (por más que muchos sintamos que nuestros esfuerzos se asemejan a los del artista en cuanto a búsqueda de originalidad<span style=""> </span>y carencia de un fin práctico más allá del hecho de comunicar una visión del mundo: la que nos da la ciencia).<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">En tanto comunicadores, nos vemos obligados a aceptar que nuestra labor carece por completo de sentido si no contamos con un público. La comunicación sin receptor es mera emisión de datos que no llegan a adquirir un sentido.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Y sin embargo, es frecuente (más de lo que uno pudiera esperar) encontrarse con productos de divulgación, sean textos, audiovisuales, conferencias o museos, que parecen haberse creado teniendo en cuenta no las características y necesidades del público al que pretenden dirigirse, sino más bien la opinión de los colegas.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Escribir para los colegas es la marca del investigador metido a divulgador. Es frecuente --a menos que se trate de uno de esos relativamente escasos individuos que combinan ambas profesiones-- que los investigadores no tengan realmente claro de qué se trata la labor de poner la ciencia al alcance del público no científico. Y esto se nota en que, al redactar sus textos, están pensando no tanto en cómo lograr hacerse entender por el lego, sino en cómo evitar ser criticados por otros especialistas.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Dicho de otro modo, de los dos requisitos que el buen divulgador tiene que satisfacer simultáneamente, en un acto de equilibrio que sintetiza el arte del divulgador, los especialistas en investigación --que normalmente no son especialistas en divulgación-- tienden a privilegiar el rigor por encima de la amenidad.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Desgraciadamente, a veces el resultado es que estos textos rigurosos fracasan en el primer requisito de la comunicación: servir al lector.<o:p></o:p></span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-5805560475388490982005-01-05T07:19:00.000-08:002008-02-04T17:20:53.628-08:00Tres metas para la divulgación<span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_26/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 26 <span style="font-style: italic;">(enero-febrero de 2005)</span></span></span><br /><br /><p class="primerprrafo"><span lang="ES-TRAD">En su escrito “El herrero y el biólogo”, Jorge Wagensberg muestra, con la claridad a que nos tiene acostumbrados, que la democratización de la cultura científica es una necesidad social. Señala también dos objetivos “alcanzables, y a lo mejor ya no aplazables” para la divulgación científica: la <i>comprensión pública </i>de la ciencia y la <i>generación de opinión<span style=""> </span>pública</i> sobre la misma.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Me gustaría añadir una tercera meta: la <i>apreciación pública </i>de la ciencia.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Está más o menos claro qué es la <i>comprensión pública</i>. La <i>apreciación</i>, por su parte, no necesariamente implica que el ciudadano <i>guste </i>de la ciencia o esté siempre de acuerdo con sus avances (aunque es cierto que muchas veces esto es lo que, implícita o explícitamente, y a veces hasta inconscientemente, se busca con la divulgación, sobre todo la que hacen los investigadores científicos).</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">La apreciación de la ciencia sí requiere que el público, al menos, valore su indudable importancia en el mundo actual, y sea consciente de que, apoyándola o cuestionándola, todo ciudadano debiera ocuparse de asuntos relacionados con la ciencia y tener una opinión al respecto, fundamentada en una cultura científica. Cuando se logra esto último, obtenemos la <i>opinión científica </i>que pide Wagensberg, y se puede decir que tal ciudadano es ahora (al menos en principio) responsable del rumbo que la ciencia toma en su sociedad: hay una responsabilidad social respecto a la ciencia. (Algo equivalente sucede, claro, con la cultura y la responsabilidad políticas de los ciudadanos.)</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Estas tres metas: apreciación, comprensión y lo que podríamos llamar <i>responsabilidad pública </i>sobre la ciencia forman una triada que cubre todos los posibles motivos o finalidades que pueda tener un divulgador científico. Al mismo tiempo, nos ayudan a distinguir los niveles que presentan nuestra labor y nuestros públicos.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">En efecto: no es lo mismo comprender algo que apreciarlo; y no se puede tener una opinión responsable de algo que no se comprende. Pero no todos los públicos pueden acceder directamente, digamos, a tener una opinión científica. Pensemos en un público infantil: quizá, en una primera etapa, baste con lograr que llegue a apreciar la importancia de la ciencia, y se acerque así más a tener una comprensión de la misma. Con el tiempo, quizá llegue a ser un ciudadano científicamente culto, consciente y participante. No todas las tres metas son pertinentes para todos los distintos públicos en todo momento.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Al definir el rumbo y la estrategia a seguir para quienes realizamos actividades de divulgación científica (individuos e instituciones), estas tres metas pueden quizá servir como útiles ejes orientadores. O al menos, como detonadores para una mayor discusión que aclare el panorama.</span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-585318274999978922003-11-01T08:47:00.000-08:002008-02-04T17:22:03.877-08:00La divulgación está en el ojo que la lee<p class="primerprrafo"><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_25/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 25 <span style="font-style: italic;">(noviembre 2003-enero de 2004)</span></span></span><br /></p><p class="primerprrafo"><span lang="ES-TRAD">¿Qué es arte y qué no? ¿Cómo distinguir una obra de arte de algo que no lo es? Los posibles criterios son innumerables, y todos dejan algo qué desear. Quizá, cuando mucho y en un sentido muy laxo, puede proponerse que “arte” es aquello capaz de provocar una experiencia de tipo estético en el espectador. (Queda entonces el problema de si se debe considerar arte a una puesta de sol... ¿puede haber arte “natural”, sin necesidad de haber sido creado con intenciones “artísticas”? Los <i>objects trouvés</i> de Duchamp parecen ser prueba de que sí: es el contexto, y sobre todo <i>la experiencia </i>que un objeto <i>en ese contexto </i>provoque en el espectador lo que le puede conferir la calidad de “arte” a un mingitorio.)</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">El problema de distinguir la divulgación científica de otras cosas (enseñanza, diversión, propaganda comercial o gubernamental) es semejante. A los divulgadores nos gusta suponer que es nuestra <i>intención </i>de comunicar la ciencia a un público voluntario y no especialista lo que le confiere su carácter divulgativo a nuestros productos. Pero es posible que el público no los perciba así.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">A despecho del <i>emisor </i>de un mensaje, es el <i>receptor </i>quien lo decodifica, quien lo interpreta en sentidos que a veces difieren o contravienen directamente las intenciones originales con las que fue emitido. (Una visita a un museo puede llegar a parecer, tristemente, una clase.)</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Es por eso que hay quien se lanza desesperadamente a “investigar” las maneras de lograr la menor distorsión y la mayor eficacia posible en los mensajes de divulgación. Idea que no sobra; sobre ello quizá pudieran enseñarnos más publicistas y mercadólogos que los propios pedagogos.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pero la realidad del lector activo que “crea” (inevitablemente) su propia lectura tiene otra consecuencia: algo creado sin intención divulgativa puede ser leído con ese talante. Ejemplo obvio es una novela de ciencia ficción, pero también una conversación, la reparación de un artefacto, un paseo por el campo e incluso una clase pueden, si se abordan como la oportunidad de conocer o entender algo por gusto y no por obligación, convertirse en una excelente experiencia de divulgación. La oportunidad de acercarse a la ciencia puede saltar en cualquier lado para el espectador atento.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Quizá la obsesión por controlar cómo se reciben nuestros mensajes nos roba la oportunidad de explorar libremente la diversidad de lecturas sorpresivas que puede lograr el público. Un público que, finalmente, no está sujeto a nuestros deseos.</span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-17026610976259892342003-08-01T08:40:00.000-07:002008-02-04T17:22:57.067-08:00Divulgadores utilitaristas<p class="fechafinal" style="text-align: left; margin-top: 0cm; line-height: 150%;"><span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;font-family:'times new roman';" ><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); font-style: normal; line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_24/nodivulgaras.html" style="color: rgb(102, 102, 153);">El muégano divulgador</a></span>, núm. 24 <span style="font-style: italic;">(agosto-octubre de 2003)</span></span></span><br /></span></p><p class="fechafinal" style="text-align: right; margin-top: 0cm; line-height: 150%;"><span style="line-height: 150%;font-size:12;" lang="ES-MX" ><span class="Apple-style-span" style="font-family:'times new roman';"><span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">Oscurecer la luz, convertir el pan en carbón, la palabra en tornillo.<span class="Apple-style-span" style="font-style: normal;font-family:Georgia;" ><span style="line-height: 150%; font-style: normal;font-size:12;" lang="ES-MX" ><span class="Apple-style-span" style="font-family:'times new roman';"></span></span></span></span></span></span></p><p class="fechafinal" style="text-align: right; margin-top: 0cm; line-height: 150%;"><span style="line-height: 150%;font-size:12;" lang="ES-MX" ><span class="Apple-style-span" style="font-family:'times new roman';"><span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;"><span class="Apple-style-span" style="font-style: normal;font-family:Georgia;" ><span style="line-height: 150%; font-style: normal;font-size:12;" lang="ES-MX" ><span class="Apple-style-span" style="font-family:'times new roman';">Pablo Neruda</span></span></span></span></span></span></p> <p class="primerprrafo"><span lang="ES-TRAD">De vez en cuando, y sobre todo cuando el dinero escasea, resurge cíclica la discusión sobre la “utilidad” de la ciencia. Se comparan las correspondientes virtudes de sus dos caras opuestas, la básica y la aplicada (se trata más bien de caretas: ciencia sólo hay una, lo otro son aplicaciones), y se argumenta que, en tiempos de escasez, hay que sacrificar la primera en aras de la segunda, pues ésta sí ayuda a resolver problemas urgentes. Se olvida que la ciencia, como dice Ruy Pérez Tamayo, sólo resuelve problemas <i>científicos</i>.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Los divulgadores científicos a veces caemos en este tipo de concepciones utilitaristas, y no falta quien afirme que sólo vale la pena divulgar la ciencia “aplicada” (o aplicable). Es más: se piensa que es sólo por sus aplicaciones que la ciencia tiene algún valor.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Esto equivale a pensar que un poema, un cuadro o una sonata sólo son válidos si transmiten un “mensaje útil”. Que sólo las novelas que contienen alguna “enseñanza” deben ser leídas (como<span style=""> </span>si una novela pudiera <i>no</i> tener enseñanza... sólo que se trata de una concepción distinta de enseñanza: la que enriquece nuestra visión del mundo, la forma en que vivimos la vida, no la que “enseña” conceptos, valores o reglas).</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">En realidad, la ciencia es, de todas las formas de abordar el mundo, la que nos ofrece la mayor riqueza. La que nos muestra no sólo <i>cómo </i>son las cosas, sino <i>por qué </i>son. Es una visión que cambia y evoluciona, haciéndose más rica y diversa. Frente al asombro, al sentido de maravilla que la ciencia nos ofrece al permitirnos ver la luz, entender, al mostrarnos un atisbo del mecanismo detrás de las cosas, el hecho de que el conocimiento que produce pueda (o no) aplicarse para producir tecnología se vuelve casi irrelevante. Estoy convencido de que el verdadero valor de la ciencia, el que debe apoyarse, y naturalmente el que debe divulgarse, es este valor estético, similar al de las artes.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Así como no se escribe una novela <i>para </i>algo, más allá de para escribirla y para permitir que sea leída, no se hace ciencia <i>para </i>producir aplicaciones, sino por el placer mismo de descubrir más acerca del universo. Y no se divulga para enseñar, sino para compartir el placer, el asombro gozoso de entender. Lo cual no quiere decir, desde luego, que hacer –y divulgar– ciencia no tenga también infinitas aplicaciones prácticas. Pero eso, ¿qué importancia puede tener para quien ha visto el reino?</span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-66236258034976143232003-05-01T08:19:00.000-07:002008-02-04T17:24:05.473-08:00La tensión esencial<p class="primerprrafo"><span class="Apple-style-span" style="color: rgb(51, 51, 51); line-height: 19px;font-family:Verdana;font-size:12;" ><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';">por Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:'trebuchet ms';"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_23/nodivulgaras.html">El muégano divulgador</a></span>, núm. 23 <span style="font-style: italic;">(mayo-julio 2003)</span></span></span><br /></p><p class="primerprrafo"><span lang="ES-TRAD">Rigor científico, por un lado, y amenidad e interés para el lector, por el otro. He ahí los dos escollos que, como Escila y Caribdis, acechan al divulgador científico.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pero para no utilizar imágenes trilladas, <i>exapto</i>, utilizando el término creado por Stephen Jay Gould, el título del famoso ensayo de Thomas Kuhn, para expresar este reto, quizá principal al que se enfrenta el divulgador científico.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">En efecto: el conocimiento científico, a pesar de estar disponible en bibliotecas públicas y en internet, está efectivamente fuera del alcance del ciudadano medio. La ciencia se expresa, en su forma original, en un lenguaje especializado que sólo pueden entender los expertos. En el caso de las ciencias físicas, este lenguaje puede ser el de las matemáticas, con todo lo que ello implica en términos de preparación antes de ser capaz de entenderlo. Pero incluso en las ciencias menos matematizadas, como las biológicas, la terminología técnica se constituye en una barrera infranqueable para todo profano.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Es tarea del divulgador, pues, “traducir” (en el sentido creativo de volcar a otro lenguaje) la ciencia para que pueda ser asequible. Y, como toda traducción verdadera, esta labor tiene que ser una recreación: así como el traductor de un poema tiene que escribir <i>otro </i>poema en un idioma distinto, el divulgador tiene que crear un nuevo mensaje en el lenguaje natural de su público.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Al traducir un poema, algo siempre se pierde; pero algo, una esencia, tiene necesariamente que conservarse. De otro modo, se habrá traicionado la obra original. Lo mismo sucede con la divulgación, y es aquí donde encontramos la tensión mencionada en el título. ¿Hasta dónde tiene el divulgador derecho a transformar el mensaje, a usar su creatividad para convertirlo en algo no sólo comprensible, sino atractivo para el lector, sin por ello traicionar el rigor científico de la versión original?</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pues sucede que, necesariamente, cuanto más riguroso y cercano a esa ciencia en versión original sea un producto de divulgación, difícil será acceder a él; más contexto previo necesitará un lector para poder comprenderlo. Quien no lo tenga </span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD">como sucede con la mayoría del público lego, sobre todo el que aún no está interesado en la ciencia, que constituye la mayoría</span><span lang="ES-TRAD" style="font-family:Symbol;"><span style="">-</span></span><span lang="ES-TRAD"> se enfrentará a un mensaje árido en incomprensible y, frustrado, se alejará de él.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Pero por otro lado, cuanto más ameno sea el producto de divulgación, cuanto más creatividad e ingenio haya empleado el divulgador para transformarlo, más alejado estará de su versión canónica, y más riesgo tendrá de contener errores o inexactitudes. De traicionar el espíritu del poema original.</span></p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-TRAD">Rigor y amenidad: he ahí los dos extremos en los que debemos cuidarnos de caer. Encontrar el justo medio es parte del arte del divulgador.</span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-31698282248582887892003-02-01T18:00:00.000-08:002008-02-04T17:24:55.271-08:00Divulgadores fieles y herejes<span style="font-size:85%;"><span class="georgia12plaingris" style="font-family:trebuchet ms;">Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_22/nodivulgaras.html">El muégano divulgador</a></span>, núm. 22 <span style="font-style: italic;">(febero-abril 2003)<br /><br /></span></span></span><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Al hablar de divulgadores de la ciencia, a veces pareciera que todos somos iguales. Pero basta con asistir a un congreso o hablar con más de dos colegas –a veces dentro de una misma institución– para notar la extraordinaria diversidad de concepciones que existen acerca de nuestra actividad. Aun así, en mi opinión, pueden distinguirse a grandes rasgos dos grupos: el de los «fieles» y el de los «herejes» (uso ambas palabras en un sentido metafórico, no literal: «fiel» es quien que tiene fe, mientras que «hereje» es aquel que prefiere elegir, que cuestiona).</span></span> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Efectivamente, existen divulgadores que parten de la convicción básica de que la ciencia es importante y hay que compartirla: tienen fe en la ciencia. Sienten curiosidad, gusto y fascinación por ella, y esto los lleva a admirarla y disfrutarla. Por ello buscan comunicarla, aun en forma independiente de su utilidad. Normalmente estos «fieles» se acercaron a la ciencia, en primer lugar, por el asombro que les produce.</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Los «herejes», por su parte, no parten de la fe en la ciencia; por el contrario, le tienen cierta desconfianza, y a veces hasta temor, por la posibilidad de que este conocimiento pueda resultar dañino para la sociedad. Buscan promover el conocimiento y control de la ciencia para evitar su mal uso. Por ello tienden a relativizar su valor, e incluso a veces la confiabilidad misma del conocimiento científico.</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Imaginemos círculos concéntricos en los que en el centro está la ciencia en su concepción más ingenua (el científico, encerrado en su laboratorio, generando conocimiento). En el círculo siguiente, encontraríamos la ciencia rodeada de su contexto histórico y social. Finalmente, en el círculo más externo, hallaríamos la ciencia relativizada por sus complejas relaciones sociales, económicas, políticas, ideológicas, etcétera. Pues bien, los «fieles» parten del círculo central; divulgan una imagen de la ciencia que puede llegar a abarcar los círculos externos, aunque no necesariamente. En cambio, los divulgadores heréticos parten del círculo más externo, el de lo ideológico-social, y sólo en ocasiones llegan a abarcar hasta el más central, el de lo más estrictamente científico.</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Quizá podríamos decir que los divulgadores «fieles» buscan la <i>apreciación</i> de la ciencia, mientras que los herejes enfatizan la <i>percepción de los riesgos</i> que la acompañan y la forma de evitarlos.</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Ambas perspectivas son importantes y deseables, aunque me incluyo, desde luego, entre los divul-gadores «fieles». Y sin embargo, creo que sería mejor ser un «fiel» que no idealizara a la ciencia: que conociera todos aquellos aspectos –incluso defectos– que los «herejes» conocen tan bien. Ser un fiel bien informado que lo fuera no por ignorancia ni candidez, sino por convicción. ¿Será posible?</span></span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-12680786555043739092002-11-01T15:40:00.000-08:002008-02-04T17:25:56.131-08:00La imposible actualidad de la divulgación científica<div style="text-align: left;"><span style="font-size:85%;"><span class="georgia12plaingris" style="font-family:trebuchet ms;">Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_21/nodivulgaras.html">El muégano divulgador</a></span>, núm. 21 <span style="font-style: italic;">(noviembre 2002-enero 2003)</span></span></span><br /><br /></div><p align="left"><span class="georgia12plaingris"></span><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Una de las obligaciones del divulgador científico es estar actualizado. Sin embargo, hoy que la ciencia adelanta que es una barbaridad, tal pretensión se torna punto menos que imposible. Incluso cuando los divulgadores logramos estar al día en cuanto a los avances más recientes, un artículo publicado en una revista, periódico o (peor aún) libro quedan rebasados en cuestión de días, cuando se publica en los journals especializados el último detalle sobre el tema.</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Quizás el problema es que estamos errando el objetivo. Tal vez no se trata de estar actualizado a ultranza: no tendría sentido, por ejemplo, publicar actualizaciones semanales sobre un mismo tema sólo para poder presumir de que nuestra información siempre está al día (si ese fuera el objetivo, el medio más adecuado para hacerlo sería una página en la interred, renovada constantemente).</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Generalmente lo que busca la divulgación científica es dar un panorama general; explicar los principios básicos. Abundan los ejemplos de textos que logran esto, y por ello siguen siendo útiles aún cuando hayan perdido algo de su actualidad original.</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Eso sí: cuando ocurre un nuevo descubrimiento que es verdaderamente revolucionario –un auténtico cambio de paradigma– habrá que publicar un nuevo artículo o una nueva edición del libro, donde el autor dirá: «lo que dije antes ha dejado de ser válido: hoy sabemos que las cosas son así y asado”. Pero fuera de estos casos excepcionales, es raro que la mera falta de actualidad sea motivo suficiente para rechazar o desechar un buen texto de divulgación.</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Para el periodismo científico, en cambio, el argumento anterior no resulta muy convincente: para el periodista, la actualidad en un valor esencial. Pero aún así, cuando un tema está “caliente” y avanza a paso rápido, hay que pensárselo dos veces antes de publicar durante tres semanas seguidas desmentidos y «nuevos descubrimientos» sobre un mismo tema. El riesgo es cansar, confundir y desilusionar al público (“¿es que estos científicos no pueden ponerse de acuerdo, no pueden decidirse de una vez por todas?”, podría preguntarse el lector).</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Así como el divulgador no puede tener el mismo nivel de precisión que un investigador científico, tampoco tiene caso que pretenda estar siempre absolutamente actualizado (aunque sí razonablemente al día). Antes que eso, debe aspirar a que su mensaje sitúe al lector, le aclare el panorama y despierte su interés. No se necesita mucho más.</span></span><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > </span></span></p>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3473366097638563796.post-25384315356893166642002-08-01T08:43:00.000-07:002008-02-04T17:27:03.483-08:00No divulgarás<div style="text-align: left;"><span style="font-size:85%;"><span class="georgia12plaingris" style="font-family:trebuchet ms;">Martín Bonfil Olivera</span><br /><span class="georgia12plaingris" style="font-family:trebuchet ms;"><span style="font-style: italic;">publicado en <a href="http://www.dgdc.unam.mx/muegano_divulgador/no_20/nodivulgaras.html">El muégano divulgador</a></span>, núm. 20 <span style="font-style: italic;">(agosto-octubre de 2002)</span></span></span><br /></div><p align="right"><span class="georgia12plaingris"><br /></span></p><p align="right"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > <i>Vuelva usted sobre sí. Investigue la causa que le impele a escribir; examine si ella extiende sus raíces en lo más profundo de su corazón. Confiese si no le sería preciso morir en el supuesto que escribir le estuviera vedado. Esto ante todo: pregúntese, en la hora más serena de la noche, ¿debo escribir? Ahonde en sí mismo hacia una profunda respuesta; y si resulta afirmativa, si puede afrontar tan seria pregunta con un fuerte y sencillo “debo”, construya, entonces, su vida según esta necesidad.<br /><br /></i></span></span></p><p align="right"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" >Rainer Maria Rilke, “Carta a un joven poeta”</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" ><br /></span></span></p><p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > ¿Por qué una nueva columna en este abigarrado boletín? Quizá porque ser editor a veces es tarea solitaria, en que se tiene voto pero no voz. Quizá también, espero, porque hay cosas que decir. Pero sobre todo por esa profunda necesidad de compartir que constituye para mí la esencia de la labor de divulgación.</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > El nombre de este espacio puede despertar suspicacias. Se trata no de negar –sería impensable– el derecho a divulgar, sino precisamente de llamar la atención sobre la labor; tal vez de cuestionarse el compromiso con ella. Preguntarse qué haría uno si enfrentara una prohibición o mandamiento como el del título.</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Cuando, hace más de dos años, un pequeño grupo de divulgadores nos reunimos para concebir este boletín de aspiraciones comunitarias, una de las primeras cuestiones sobre las que debatimos larga pero placenteramente fue el nombre que debía recibir. El muégano divulgador fue la elección final, pero No divulgarás era el apelativo que en realidad estaba más cerca de nuestro corazón. Nos parecía una afirmación polémica, retadora, dispuesta a despertar la cavilación. Así que hoy me atrevo a retomar este olvidado título para reflexionar sobre la divulgación y sus alrededores.</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > “No divulgarás”. La respuesta surge automática: “¿cómo que no? ¡Sí divulgaré!, ¿por qué no?”</span></span></p> <p align="left"><span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Sólo que lo importa es por qué sí divulgar: para qué, con qué concepción de la ciencia y de su comunicación; para lograr qué objetivos. Y me consta que, aunque las preguntas se han formulado una infinidad de veces, tanto en nuestro país –en mesas redondas, congresos de la SOMEDICYT y otros foros– como en otros –valga la experiencia del reciente congreso “La ciencia ante el público”, en Salamanca–, las respuestas distan mucho de estar claras.</span></span></p> <span style=";font-family:Times New Roman,Times,serif;font-size:14;" ><span style=";font-family:Arial,Helvetica,sans-serif;font-size:14;" > Exploremos, pues, qué, por qué y cómo divulgar. Y discutamos, y discrepemos y disfrutemos (quizá es lo mismo). De eso es finalmente de lo que se trata la ciencia, ¿o no?</span></span>Martín Bonfil Oliverahttp://www.blogger.com/profile/05286138874576064756noreply@blogger.com0